De Nueva York a Buenos Aires

El pasado 4 de noviembre, el socialista, inmigrante y musulmán Zohran Mamdani fue elegido alcalde de Nueva York luego de una campaña que sorprendió a propios y extraños: sin grandes aparatos, sin millones de dólares, pero con miles de voluntades organizadas.

Su triunfo no fue producto del marketing; por el contrario, fue fruto de una organización territorial paciente, metódica y humana, centrada en el contacto directo con los vecinos y vecinas.

Mientras tanto, en muchos lugares del mundo la política se aleja de la gente, esta experiencia demostró que la cercanía y el trabajo cara a cara siguen siendo la herramienta más poderosa para transformar realidades.

Y lo más importante: es un modelo perfectamente replicable en Buenos Aires.


¿Qué hizo la campaña en Nueva York?

Construyó una red territorial desde abajo:
En cada barrio se organizaron “hubs” o bases donde los vecinos planificaban recorridas, imprimían materiales y debatían propuestas. Además, cada voluntario tenía su zona de referencia, con tareas y tiempos bien definidos. De esta forma, todos sabían qué hacer, cuándo y para qué.

  • Volvió al puerta a puerta con objetivos claros:
    La campaña tocó más de un millón de puertas en toda la ciudad.
    Sin embargo, los voluntarios no iban a convencer: iban a escuchar, anotar, volver y acompañar.
    Ese ida y vuelta reconstruyó el vínculo político.
  • Integró lo digital con lo presencial:
    Las redes y los grupos de mensajería servían para organizar y convocar; no obstante, no buscaban reemplazar el territorio.
    Por el contrario, cada reunión y cada volante tenía una continuidad online que sumaba voluntarios y difusión.
  • Le dio contenido local a la política:
    Hablaron de alquileres, del precio de los servicios, del transporte y del costo de vida.
    En cambio, no se discutía ideología, sino problemas concretos y soluciones posibles, en el idioma de la gente.
  • Generó esperanza colectiva:
    No fue una campaña de un candidato, sino de una comunidad movilizada.
    De hecho, cada persona sentía que estaba haciendo historia, recuperando el orgullo de participar.

 


¿Por qué podemos hacerlo en Buenos Aires?

Porque tenemos lo esencial: vocación, territorio y experiencia militante.
La Ciudad —y en particular comunas como la 3 (Balvanera y San Cristóbal)— tiene una densidad social, cultural y humana enorme.

Allí donde hay vecinos, comercios, clubes, escuelas, parroquias o centros culturales, hay terreno fértil para organizar.
No necesitamos grandes presupuestos; más bien, necesitamos volver a mirarnos a los ojos, caminar los barrios, tocar las puertas y escuchar.

En definitiva, la campaña de Nueva York lo demostró: cuando la gente vuelve a creer que su participación vale, la política recupera sentido y gana elecciones.

Cómo empezar acá: Aprovechar nuestra base comunal abierta, visible y activa: nuestro “hub”. Mapear el territorio por manzanas, con capitanes de cuadra que conozcan a sus vecinos. Organizar recorridas semanales: no para repartir, sino para conversar. Usar WhatsApp y redes locales como continuidad del trabajo en la calle. Promover microeventos (cafés, charlas, ferias, talleres) que muestren el valor de estar juntos. Medir avances y celebrar cada logro: la mística también se construye con resultados visibles.

Lo que está en juego

En Nueva York ganaron porque volvieron a confiar en la gente común.

Asimismo, entendieron que el verdadero poder no está en los medios, sino en la conversación entre vecinos.

Y sobre todo, tuvieron la audacia de creer que otra forma de hacer política era posible.
Nosotros también podemos hacerlo.

Por eso, la Comuna 3 puede ser el primer territorio de Buenos Aires en recuperar esa lógica: organización, presencia y esperanza.
Podemos demostrar que cuando el peronismo se organiza desde abajo, la victoria vuelve a ser del pueblo.


Donde hay un vecino escuchado, hay política viva.
Donde hay una visita hecha con respeto, hay un voto ganado.
Donde hay organización, hay futuro.

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